En cierto modo, a veces, el perdón parece un acto que va más allá de lo humano, sencillamente, porque la capacidad de la persona de olvidar el pasado se frustra en medio del dolor que pudo producir determinado acto. Tal vez se ve de una forma clara en los casos extremos. Un niño que durante años fue víctima del acoso escolar, seguramente, tendrá grandes dificultades para poder mirar a los ojos a aquellos que le hicieron daño y nunca se planteará la posibilidad de darles una segunda oportunidad.
Segundo Silvia Cury Ismael, gerente de psicologia do HCor (Hospital do Coração), em São Paulo (SP), quando perdoamos nos propomos a esquecer aquilo que aconteceu e deixamos de estar presos emocionalmente a quem nos fez mal. "Já o autoperdão tem a ver com a autoexigência que praticamos conosco e como encaramos os erros que cometemos. Se errar significa falhar, ser incompetente ou fraco, então fica difícil o perdão para nós mesmos", explica.
El perdón es un proceso que está ligado a dos sentimientos y que, paradójicamente, nos permite liberarnos de ellos. Estos son: el rencor (hacia los demás) y la culpa (hacia uno mismo). Sentimos rencor por el daño que nos han causado, y sentimos culpa por algo que no hicimos bien en su momento. El perdón permite sanar estos sentimientos.
No hay que fustigarse. Como dice el dicho, ‘caer está permitido, levantarse es una obligación’, es decir, se puede errar pero siempre hay que seguir hacia adelante y aprender de la experiencia. Uno no será capaz de perdonar a los demás si nunca se ha perdonado a sí mismo.
Se puede perdonar porque Dios ha perdonado primero. El Hijo Eterno del Padre, verdadero Dios y verdadero hombre, se ha hecho uno de nosotros, se ha solidarizado con la humanidad, ha realizado lo que los Padres llamaban el “admirabile commercium”, es decir, un admirable intercambio entre la divinidad y la humanidad: “El Hijo de Dios se hizo hombre para hacernos Dios” (San Atanasio, De Incarnatione, 54, 3). Cristo, con su encarnación “se ha unido, en cierto modo, con todo hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejantes en todo a nosotros, excepto en el pecado Cordero inocente, con la entrega libérrima de su sangre nos mereció la vida. En Él, Dios nos reconcilió consigo y con nosotros y nos liberó de la esclavitud del diablo y del pecado, por lo que cualquiera de nosotros puede decir con el Apóstol: El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí (Gal. 2,20). Padeciendo por nosotros, nos dio ejemplo para seguir sus pasos y, además abrió el camino, con cuyo seguimiento la vida y la muerte se santifican y adquieren nuevo sentido” (GS. 22).
Información adicional » Puedes consultar la información adicional y detallada sobre Protección de Datos Personales en la Política de Privacidad y Aviso Legal de Diario Femenino
El segundo paso, una vez reconocidos los sentimientos negativos, es liberarse de ellos. Recuerda que el rencor resulta inútil, porque te encadena a la persona por la que sientes esa emoción. Así que, una vez aceptes tu sentimiento, debes liberarte de él. Esto significa perdonar.
¿Se puede perdonar lo imperdonable? Mi respuesta es: “Sí”. Aún después de haber expuestos algunos argumentos para hacer difícil la respuesta afirmativa, seguirá siendo “Sí” mientras Dios sea Dios y yo su creatura… y su hijo.
El perdón es como si fuera un regalo, no para quien lo recibe, sino para quien lo da. No es que se transforme en un acto de tolerar el daño recibido, sino más bien aceptar qué ha pasado y tratar de superar los sentimientos negativos. No se debe esperar nada del otro, especialmente si ha existido el precedente repetido de haber hecho daño. El objetivo del perdón es aprender que uno mismo es más importante y a gestionar el dolor.
Por lo general, no somos propensos a la virtud ante la tragedia. Cuando nos hieren, respondemos. Cuando vemos una injusticia, queremos hacer justicia con nuestras propias manos, muchas veces sin saber cómo, y la justicia se confunde con la venganza. Hay monstruosidades que escandalizan nuestra sensibilidad, que hieren los ojos. Hay males que no tienen justificación y por ello, se hacen incomprensibles a la razón: “¡Cómo pudo pasar esto!” Hay cierta resistencia al perdón, porque para perdonar hay que comprender, aceptar, reconciliar; y una razón herida, un corazón roto, no entiende, no acepta, no puede tener paz.
Es coautor de los trabajos Autoeficacia y apoyo social en la intención emprendedora, La motivación y la intención emprendedora y La intención emprendedora como elección de carrera. Ha participado en varios congresos internacionales, como La psicología en un mundo en cambio y crisis: propuestas de intervención o Psicoterapia familiar y de pareja. Ejerce como editor de contenidos y de estilo en La Mente es Maravillosa desde su fundación.
Cuando nos perdonamos a nosotras mismas somos capaces de pasar de la culpa a la responsabilidad (y esta nos ayuda a ser más fuertes en un futuro), y del rencor a la liberación. ¿Cuáles son los efectos psicológicos de perdonar? ¿Por qué es tan importante perdonar o pedir perdón? Y quizás aún más importante: ¿cómo podemos hacerlo? En Diario Femenino te lo contamos.
En la vida de Pedro irrumpe la luz en medio de la oscuridad de su traición, porque experimenta el perdón del Resucitado, porque se da cuenta que Aquel al que negó, lo ha mirado con amor, con ojos de misericordia y no solo eso, sino que después de reconstruir la relación inicial, le pide que apaciente, que consuele, que sea misericordioso (Ver Jn. 21, 15-17)
Según el psicólogo Luis Muiño, desde un punto de vista psicológico, el perdón hacia uno mismo y hacia los demás, es algo que sienta fenomenal. Es algo muy liberador, y uno de los aspectos que más se trabajan en terapia.
Hace algún tiempo conversando con un amigo sobre un hecho trágico que ha causado dolor a muchas personas, me dijo una frase que me ha quedado dando vueltas en la cabeza: “¡es muy difícil perdonar eso!”, y razón no le faltaba.